El invierno de las almas desterradas

Caballero, Abel

Ed. Belacqva

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ESTACIÓN DE TREN

Se acordó de Érika. Y de Antonia, altiva y segura, allí de pie en el andén de la estación de Vigo, sin soltar ni una lágrima, diciéndole adiós. La quería pero su recuerdo era de belleza y no de amor.

HOTEL MODERNO

El comedor era bellísimo. De estilo suntuoso y con el lujo de los grandes salones, le recordó el Hotel Moderno de la Puerta del Sol en Vigo, a donde iba con frecuencia con su abuelo y en el que una nube de camareros les daba la bienvenida, los acompañaban a la mesa y los servían. Aquel edificio con sus ventanas balconadas en piedra presidiendo la plaza central de Múnich era un cuadro del de su ahora lejana ciudad.

CALVARIO

Llegó al fielato del Calvario, aquella caseta con el guardia anclado dentro que nunca salía porque nadie pagaba las tasas. El tranvía haciendo sonar la campana con aquel tañido que le recordaba el ruido de hierros al chocar, avanzaba hacia él.

URZÁIZ

Llegó al cruce de Urzaiz con Cervantes. El sol allí aún pegaba más. Siguió caminando y cuando llegó al Derbi, se paró y miró a su alrededor. Aquellas casas de piedra, soberbias y señoriales, de tres y cuatro pisos, con ventanas de madera blanca que eran como ojos que miraban a la calle, proclamaban que sus moradores eran los dueños de la ciudad.

ESCUELAS NIETO

Aquel día mientras debatían de reformas y revoluciones, él se acordaba de los niños de las Escuelas Nieto, llenos de hambre y miseria que siempre seguirían así, y de sus amigos del Derbi que también siempre seguirían allí.

COLEGIO ALEMÁN

Se habían propuesto que él aprendiese alemán y lo habían conseguido. Lo practicaban a todas horas y en cualquier sitio. Le había prestado sus libros, los que ella había estudiado en el Colegio Alemán, y él los había devorado.

PLAZA DE ABASTOS DEL PROGRESO

En la plaza de la Pincesa, unas vendedoras trataban de convencer a las clientas de que las manzanas de sus cestos eran las mejores del país, y en verdad lo eran. La plaza de abastos del Progreso estaba lejos y comprando allí no sólo se llevaban la mejor fruta sino que además se ahorraban la caminata.

CASTRO

Un hombre de unos cuarenta años apareció muerto a golpes en la ladera del Castro. No portaba ningún documento identificativo.

TEATRO GARCÍA BARBÓN

Dio media vuelta, echó a correr de nuevo por Policarpo Sanz y unos segundos después, casi sin respiración, alcanzaba el teatro García Barbón, y metiéndose por la bocacalle, a cubierto de los disparos, se reguardó. Llegó a Marqués de Valladares y allí se encontró con la multitud, que seguía corriendo despavorida.

URZÁIZ

Subió a pie la empinada cuesta de la Estación que siempre lo enfadaba, y una vez arriba se dio de bruces con aquella inmensa placa en la que se leía el nuevo nombre de la calle. Ya no era Urzaiz, ahora se llamaba José Antonio.

MERCADO DEL CALVARIO

En el mercado del Calvario, las mujeres apresuradas entraban y salían con las cestas al brazo.

RAMÓN NIETO

En la primera curva de Ramón Nieto, un enjambre de niños daban patadas a una pelota de trapo. Sucios y escuálidos, eran la imagen de la derrota.